jueves, 19 de febrero de 2009

PETER PAN

Sigo soñando despierto, caigo rendido cada vez que entro en la habitación. Continuo cerrando bares que cicatrizan heridas y se abren al salir el sol. Sigo recorriendo kilómetros como si fuera la vida en ello. Me duelen los mismas dolores y río con las mismas tonterías. Escribo las mismas penas en papeles blancos que rompo nada más terminar. Regalo ilusiones a gente que no lo merecen y se las arrebato antes de que el sol se esconda. Compro barato, vendo caro. Canto las canciones que me tocan el corazón, cambio de canal y apago la tele. Lloró sólo. Río con nadie.

Colecciono recuerdos de momentos y las voy archivando en el cajón. Los busco a menudo, nunca los encuentro. Me siguen ilusionando las mayores tonterías y sigo odiando las mismas cosas. Me gusta una buena charla frente a una botella, cambiar el mundo desde el sofá, matar de palabra a tanto ignorante. Leo, escucho música, me duermo en los laureles a diario y doy siempre menos de lo que pudiera dar. Me acarician más que acaricio y me besan más que beso. Sigo sin acostumbrarme a dormir al lado de alguien, mucho menos despertarme al lado.

Me sigue gustando más la noche que el día y estoy más de acuerdo con la luna que con el sol. Cambio de trabajo en cuanto me acostumbro, y rompo con todo cuando empieza a irme bien. Soy aliado de la soledad y me encuentro sólo entre tanta gente. Me encanta Bunbury, Marea, La Fuga, Calamaro. Paseo de noche cuando la ciudad duerme.

Nunca hago promesas que no puedo cumplir y odio la corbata. Nunca desayuno en casa y sigo fumando en la cama. Prefiero salir de lunes a viernes antes que un sábado. Me emociona una palabra bonita y odio a la gente mal hablada. No me acostumbro a la costumbre y busco siempre el camino más largo hacia la meta porque me gusta disfrutar del camino. Lo fácil me aburre horrores. Viajero de sueños e ilusiones arruino mi vida por lo menos dos veces al año. Empiezo de cero cada poco tiempo. Construyo, derribo y vuelvo a construir. Escribo para liberarme. Ando y ando y casi nunca corro.

Cada día me abofetea la vida un poquito más, cada día me doy cuenta que no soy nada. Me gusta el mar pero no la playa. La playa sólo para pasear, el mar para pensar. Me revitaliza sumergirme en el agua fría del cantábrico. Prefiero los besos robados. Aborrezco el dinero, las guerras, las banderas, el fanatismo.........y casi todas las patrañas acabadas en ismo. Tengo un corazón cosido con retazos de recuerdos y el alma partida en innumerables parcelas. Lloro por lo mismo de siempre.

Abro puertas que siempre me fueron cerradas. Me aburre lo más cotidiano y sigo sin entender al resto del mundo. Protesto, reniego, me enfado con frecuencia. Hablo más de la cuenta cuando estoy nervioso y callo siempre que no tengo nada que decir. Odio los semáforos en rojo y quien abandona sus sueños. Sigo sin encontrar lo que busco y sigo buscando no se bien el qué. Sigo viviendo de emociones y me muevo por impulsos que dicta mi piel. Me gustan las cartas que ya no me llegan, las noches de alcohol, las horas muertas de conversación.

Cada día invento una nueva vida y miles de ciudades para vivir. Me gusta el silencio y la música alta. No me canso de reinventarme, no me canso de viajar. Ver amaneceres, sentir la lluvia y empaparme. No permito que acabe el día si no tuve un poco de emoción. Soy todo sentimiento. Me gusta querer a quien no se deja querer. No me gusta sentir que la vida pasa por delante.
Tengo miedos que nunca reconozco y me duelen las ausencias. Tengo recuerdos en maletas muy pesadas y echo de menos a los amigos que ya no están. No quiero llegar a viejo.

Nunca pido nada a cambio. Doy por que sí, porque me apetece. Quito siempre que estoy de más. Escucho cuando puedo, me hundo a menudo y resurgo cuando nadie lo espera. Hago el tonto más de lo necesario para que haya gente feliz, prefiero que la gente se divierta a hacerlo yo. No me gusta que nadie se sienta sólo, y que el frío de la calle traspase los cuerpos. Subo el volumen de la música cuando quiero evadirme y estar en mi mundo. Me gusta hacer pensar y que me lo hagan a mí. Doy más vueltas de las que debería a las cosas y soy idiota. me cuestiono todo y nunca encuentro respuesta. A veces me dejo llevar, otras tomo las riendas.

Sé lo que soy y se lo que hay. Se lo que pienso y lo que me callo. Se lo que reflejo y lo que en realidad soy. Quiero ser Peter Pan en el país de nunca jamás. No quiero crecer, no quiero responsabilidad ni más sueños rotos. Quiero ser niño eternamente porque no entiendo en el mundo en el que vivo, ni comparto las obligaciones que la edad conlleva. Quiero seguir soñando, seguir viviendo a mi manera, quiero tener ilusiones más allá de las que me dicta la sociedad. Quiero volar a un mundo eterno perdido donde no haga falta crecer. Quiero ser yo y no lo que los demás quieran. Quiero ser el niño de los ojos bonitos. No quiero cambiar, no puedo cambiar.

domingo, 25 de enero de 2009

EL ARTISTA DEL ALAMBRE

El sol ciega ilusiones de medianoche rodeadas de media verdad entre barras de bar. Promesas de un viejo cuentista derretidas bajo los abrasadores rayos de luz. Transeunte de una ciudad maltratada por los años, acompañado de una vieja guitarra superviviente de tiempos mejores. Los bolsillos del pantalón repletos de nada, la chaqueta raída y demasiada ancha, zapatos de suela desgastadas de tanto caminar y agujeros por donde huye la esperanza.

La calle Mayor su escenario, la indiferencia de los pasos al caminar su público. Comienza una canción mientras mira al infinito. Acordes a cambio de alguna moneda. Manos encalladas desfilando entre cuerdas de nylon y un sorbito de vino para acallar el rugir de tripas. Recuerdos de noches encima de un escenario diferente, de otras ciudades, de personas que pagaban para verle cantar.

Y se imagina de nuevo, tocando la misma melodía que ahora, en el teatro Real. La gente cantando su canción, aplausos de miles de manos a la vez, los focos centrados en él, las fiestas después de la actuación. Recortes de prensa, la televisión, el trovador de una nueva generación.
El olor de mujeres que desnudaba, los abrazos de sus amigos, risas en el bakstage, autógrafos ...

Y al levantarse una mañana descubrió que sus canciones ya no se escuchaban, no se radiaban en la emisora de moda. Sus discos se dejaron de vender y ya no llenaba teatros. El dinero disminuiba al mismo ritmo que sus amigos y su última mujer le abandono justo el día que perdió su último millón. Y sin querer números rojos en el banco, en la amistad, en el amor, en la discográfica.

Ahora, a mitad de actuación, le caen lágrimas mientras susurra una nueva canción y las monedas caen lentamente al vaso de plástico.

Cuando termine buscará el abrazo de saldo, los besos de alquiler. Para qué volver a la pensión si nadie le espera, si no va a encontrar el calor que necesita. Comprar de nuevo el amor de media hora, comprar las mentiras que necesita escuchar en labios desconocidos. Después pasear por la ciudad, por el puerto,e imaginar que va en uno de esos barcos que ve zarpar y soñar con escapar hacia algún lugar inventado, de viaje hacia ninguna parte.

Recorre nuevamente los bares que ya son su casa. Y entre tragos sentirse glorioso contando batallas que nadie creerá, aunque enseñe la cicatrices que la vida le dejó. Pequeño artista, siempre en el alambre, a punto de resurgir, a punto de caer. Aguantando las risas de quien no entiende, las habladurías de gente sin corazón. Hablar sólo y prometerse que mañana será diferente, que alguien vendrá a buscarle.

De noche en su habitación sin ventanas, entre cartones de vino y cucharas, olvidarse de quien fue y de quién es. Escribir trazos en un papel, inventarse nuevos acordes para la próxima actuación, conseguir de nuevo esa canción que toque el corazón para volver a esos años.

Dormir sin sueños y despertar para empezar un día más, otro día igual. Volver a ser el trovador de contenedor gritando en la misma calle de siempre mientras la indiferencia es el único espectador.

domingo, 18 de enero de 2009

VOLVER Y VOLVER

Vuelven los domingos sin corazón, de maletas y despedidas. Las canciones a todo volumen por carreteras desconocidas adornadas de verdes paisajes, de montañas blancas o de áridas tierras. Ciudades conocidas solamente en viejos mapas escolares.

Volverá la soledad entre paredes de pensiones, el frío en el colchón. Letras en folios blancos para que el tiempo pase raudo por la habitación, garabatos de soñador en una servilleta. El cansancio de kilómetros, de palabras exhautas, de cafés y cenas para uno.

Y cada día volverá nuevamente el espéctaculo circense en cualquier patio de rellano, el teatro de ilusiones en tu puerta, el repiqueteo de timbres y nudillos desgastados. Como armas la ilusión y la sonrisa, la pluma y el papel. El enemigo la desconfianza, el maldito dinero.

Volverán las alegría y también las penas. Le esperanza y la desesperanza juntas de la mano. Y habrá noches que desearé que nada cambie y otras que no sabré que hago aquí.

Volverán las risas con desconocidos, los sollozos en soledad. Volverá el correr, el estrés, los aplausos o los abucheos, el todo o la nada.

Volveré a coleccionar recuerdos que guardaré en la carpeta.

Volverá la ausencia. La falta de tus besos, de abrazos, de caricias y sentirme sólo rodeado de gente.

Volverá todo aquello que ya viví con diecinueve y con veintitrés, y buscaré de nuevo el sueño que tantas veces me ha sido esquivo. Volver a emocionarme con todo ello aunque a la vez sea doloroso. Volver a la carretera, volver a tu portal, volver a charlar contigo.

Volveré a estar p´aquí y p´alla con un sueño por cumplir.


viernes, 16 de enero de 2009

TE ODIO

Estas son las últimas letras que te escribo, las últimas palabras que traten sobre tí, porque para mí has dejado de existir. Nunca te he visto ni escuchado, ni tan siquiera te he sentido a mi alrededor. Todos me dicen que existes, que tu bondad es infinita y que tu amor es el más grande. Pero ya no lo creo. No puedo creerte.

Tenía, hace mucho tiempo, una madre maravillosa. Me gustaba sentarme en su regazo a leer un cuento mientras ella me acariciaba el pelo. Desprendía un olor tan dulce. Con ella aprendí tantas cosas, muchas más que en ese estúpido colegio donde sólo era objeto de castigos y gritos. El lugar donde enseñaban por repetición aunque no hubieras entendido nada. Mamá, sin embargo, me explicaba las cosas con juegos, con palabras fáciles y contestaba a todas mis preguntas.

Me ilusionaba con las excursiones. Montar en coche y viajar lejos, muy lejos de la ciudad. A veces íbamos a algún parque de atracciones, al monte, otras a ver animales. Yo siempre quería ver dinosaurios pero nunca los encontraba y mamá me decía que llevaban durmiendo muchos años. Y yo reía porque sabía que no existían pero quería verme feliz.

Veíamos juntos los dibujos, pintábamos retratos de toda la familia, júgabamos en el parque y alguna vez me reñía porque era un poco diablo. Pero reía tanto. Reíamos tanto.

Y entonces tú decidiste que era el momento para llevártela contigo. Tenías tanta envidia de cómo nos quería que quisiste arrebatarnos nuestro mayor tesoro. Y le mandaste aquella maldita enfermedad para que poco a poco fuera perdiendo la sonrisa. Pero te equivocaste porque nunca dejó de sonreir. Nunca dejó de querernos, de abrazarnos.

Entró y salió tantas veces del hospital que no consigo recordar el número. Yo me quedaba entonces en casa de algún tío, o de mis abuelos, y el corazón se me hacía pequeñito al pensar que no volvería a verla. Me angustiaba esa idea y los nervios se apoderaban de mi cuerpo. Me ponía triste y no tenía ganas de jugar. Sólo quería volver a verla y que acabase la pesadilla. Pensaba que todo era un mal sueño y al despertar volvería a verla trastear en la cocina.

Pero una de las veces que entró ya no salió. Dos días antes estuve en su habitación. Me dijo que fuera bueno, que hiciese caso a papá y que me tenía que llevar bien con el tato. Que estaba muy guapo y estaba orgullosa de mí. Entonces entendí todo. ¿Te vas a morir, mamá?. Sí. La habitación fue haciéndose cada vez más y más pequeña hasta faltarme el aire. Quise llorar pero no puede derramar ni una lágrima. Quise gritar que no, pero no articulé palabra. Agarré su mano y le miré a la cara. Me pareció la mujer más hermosa del mundo. No veía los tubos que la rodeaban, ni su tez excesivamente blanca, ni el cansancio de su mirada. Guardé la imagen de los buenos días, donde sus ojos eran los faros que me guiaban y su cuerpo desprendía luz. Siempre pensé que era un ángel.

No fuí al velatorio, ni al entierro. Y comencé a odiarte.

Y te odio porque mis días se volvieron grises. Te haces a la idea lo que supone, por ejemplo, en el colegio, mientras los niños son recogidos por su madre lo que sentía yo. Siempre venía algún tío, alguna tía, los abuelos, pero no ella. Nunca más vendría, por tu culpa.

No sólo quede huerfano de madre. Quedé huerfano de sus besos, de sus caricias, de sus palabras, de sus gestos. Me quedaban tantas cosas que hacer con ella. Ahora no podrá conocer a mi novia, ni acunar a mi hijo, su nieto, ni podrá verme ganar al judo, ni podré cuidarla cuando envejezca como ella me cuido a mí porque no me has dado tiempo.

Todo el mundo se volcó conmigo e intentó hacerme sonreir. Lo agradezco pero yo quería a mi mamá. De un plumazo dejé de tener casa propia y tener muchas más. Siempre durmiendo aquí y allá, siempre comiendo aquí y allá.

Ya nada fue igual. Las excursiones no fueron igual, los juegos tampoco, los reyes magos, menos. En las comidas siempre había una silla vacía. Yo miraba en esa dirección y la imaginaba sentada, riéndo y charlando. Entonces, sin querer, yo también sonreía.

Con el tiempo me contaron que echaron sus cenizas al mar. Me alegré porque siempre le encantó el mar y le maravillaba aquella ciudad. De vez en cuando me paso por allí a sentarme junto al rompeolas y charlo con ella. Le cuento mis cosas y ella me responde con el oleaje.

De niño, cuando todo esto ocurrió, soñaba en construir una nave que surcara los cielos para arrebatarte lo que una vez me quitaste. Ahora me sumerjo en las frías aguas del cantábrico y vuelvo a notar su olor, su tacto, sus abrazos y eso nunca me lo podrás robar.

A día de hoy todavía tengo la esperanza de verla aparecer, entre las aguas, y quedarse a vivir entre nosotros. A día de hoy todavía sueño con ella.


sábado, 10 de enero de 2009

MADRID,LOGROÑO,ZARAGOZA

Ayer dijiste que me querías. Hoy que ya me has olvidado. Mañana, quizás no me conozcas.
Acostumbrada a perder te encontré cuando no buscaba a nadie y creí, por un momento, que podía ser feliz. Madrid, nuestro mundo. Mi habitación, nuestra soledad.

Me abrazo cada noche al sonido de tu voz, enlatada en un maldito auricular. Silencios que me ahogan, que matan la esperanza de ésta quien te escribe. Y de nuevo me hieren tus palabras y dudo que pueda haber alguien tan mezquino como tú. No entiendo que no quieras querer.

Observo a las parejas enamoradas del parque y las odio y las envidio a la vez. Las odio porque tienen los besos que no me das, los abrazos que a mi me tocan, los susurros en forma de te quieros.

Vuelvo una y otra vez a la soledad de mi colchón añorando aquellos fines de semana que ahora quedan tan lejanos. Aprieto la almohada contra mi cara para sofocar las lágrimas que tu ausencia me provoca.

¿Todavía te preguntas si tenemos algo en común?

Si supieras lo poquito que necesito para ser féliz. Si entendieses que sólo el estar a tu lado me es suficiente.

Me gusta sentarme a tu lado, mirándote, mientras hablas y hablas de algo que no entiendo. Que me abrazes y me hagas sentir especial. Que me lleves tan lejos como quieras, a ese sueño que tienes. Quisiera que por una vez alguien me quisiese.

Pero pasan las horas y debemos regresar. Tú a tu mundo y yo a esperarte, muriendo por dentro, en la triste posada de sueños rotos en los que has convertido mi habitación. Y volveré a desesperame porque el teléfono no suena, porque hoy has decidido no quererme. Mañana, a lo mejor sí.

Y paso la vida deshojando margaritas, pensando que hoy sí, pensando que hoy no. Me miro en el espejo y me doy cuenta que mis vestidos de cuéntame nunca te gustarán. Tiemblo al pensar que todo esto me resulta familiar, que ya lo viví.

¿No merezco yo acaso ser feliz?¿Tanto daño he hecho a mi alrededor que no merezco el cariño de nadie?

Una vez al mes es muy poco, demasiado poco, para mi corazón.

Me gustaría oírtelo decir una vez al día el resto de mi vida. Tener una canción para poder bailar. Que nuestros ombligos se juntasen no sólo las fiestas de guardar. Quiero ser la princesa del cuento de hadas, ser tu campanilla en el reino de nunca jamás y estremecerme cada noche en nuestro jergón.

¿De verdad crees que no tenemos nada en común?

(A Cristina, de todo corazón, porque su herida es nuesta herida)

viernes, 9 de enero de 2009

UN DIA MAS

Amanecieron los tejados cubiertos de nieve. El asfalto helado dificulta el tránsito de los monstruos de hierro. No se les ve tan agresivos, tan ruidosos,y temerosos pasan a través de la ventana. El cielo, blanco luminoso, ciega.

La gente camina, con cuidado, hacia ninguna parte. En mitad de una ciudad que no reconozco, que ya no me pertenece, me siento tan pequeñito. Entre la gente, inmóvil, vuelvo a las andadas y me siento sólo. Cierro los ojos y escucho el rugir de las olas haciendo el amor con el acantilado y una suave brisa me acaricia la mejilla. Siento el agua helada y me sumerjo dejándome llevar. Al abrir los ojos vuelvo a la cárcel que me atrapa entre sonidos de claxon y malos modos.

Estar a kilómetros de todos y tan cercano a la vez, en un mundo paralelo del que no tengo forma de entrar, en una vida a la que nadie ha tenido la gentileza de invitarme.

Y ahora que me preguntas ¿qué te pasa?, me quedo callado. Muevo la boca, la lengua y te aseguro que hago todo lo necesario pero mis palabras no quieren salir. ¿Cómo explicarte que cada día se abre una nueva herida?¿Cómo decir que por más que pasen los años nada cicatriza?
¿Cómo insinuarte tan siquiera que entre tanta gente me siento sólo?

Los días pasan lentos e implacables marcando en mi piel su tic-tac y observo como el tiempo se escapa entre mis dedos sin fuerzas para atraparlos. "Se te ha borrado la sonrisa" han dictaminado, como si fuesen juez de mi propia historia. Quizás nunca sepan que son los culpables de mis tristezas, de mis dudas.

De niño quería volar por encima de las cabezas huecas y allí arriba reír, reir hasta no poder más. De adolescente quise cambiar el mundo a mi manera, de mayor,tristemente, el mundo me ha cambiado.

Y entre tanta gente, en mi minuto, evoco noches a puerta cerrada, donde recibir un beso era volar hasta la misma luna. Noches de sueños, en el parque, donde cada uno era lo que quería ser.
Bandas rivales, motocicletas, secretos inconfesables. Todos contra el mundo, el mundo contra nosotros. Fuimos creciendo como suele ser normal y todo se volvió lejano. Ya no había sueños en común.

Cambiamos, no todos, sueños por casas, ideas por mujeres, utopías por trabajos. A veces, en el silencio, todavía oigo las risas y escucho nuestros sueños. Que lejos queda ya.

Cada día cuesta un poquito más levantarse de la cama, con ese frío que encoge el alma. Tener que ver que cada día es igual que el anterior, sin emoción. Volver a caminar entre la indiferencia de un rebaño muy bien enseñado, más pendiente en sí mismo que en lo que ocurre alrededor. Sin darle el valor que se merece las lágrimas que derraman otras tantas. En seguir corriendo para llegar el primero a ningun sitio.

Hoy al acostarme soñaré con el mundo que me he inventado. Mañana, si quereís y me dejaís os lo cuento

martes, 6 de enero de 2009

EL DIA DE REYES

Amanecimos antes de lo previsto en día de fiesta. Marisa ilusionada como niña pequeña y yo con más sueño que alma. La noche anterior no seguí su consejo y volví a trasnochar. En el salón, debajo del árbol iluminado permanecían impasibles los regalos, esperando ser abiertos. Oh!!! sorpresa!!! Al abrir el primer paquete me encuentro la caja especial de vinilos de Heroes del Silencio. Una alegría extraña se va apoderando poco a poco de mí. Al comenzar a pasar las yemas de mis dedos por el cartón de cada disco, tomándome mi tiempo y ante la mirada de Marisa, se producen secuencias de imágenes en mi cabeza a gran velocidad, de otros tiempos, de otros lugares y consigo emocionarme. La primera vez que escuché a Heroes del silencio contaba con tan sólo doce años. Me encontraba en el coche con mi padre y sonó, si la memoria no me falla, Agosto en la radio. Escuché la canción atentamente, como absorto, y le dije a mi padre que me encantaba esa canción y quería tener el disco de ese grupo del cúal ni siquiera sabía el nombre. Dos días después, me regaló el primer lp de gran duración de Heroes, el mar no cesa. Desde entonces, su música es la banda sonora de mi, espero, todavía corta vida. Sus notas me llevaron a sus conciertos, a viajes a otras ciudades para verlos en directo. Sonaban cuando pasaba las noches con amigos que ya no están, con novias a las cuales dejé y otras tantas me dejaron, en mis buenos y malos momentos.

Todavía en estado de excitación abrí el segundo paquete. Un libro de Steven Galloway, el violonchelista de sarajevo, en la que es su primera novela traducida al castellano. Según dicen "una historia universal y un testimonio de la lucha personal para encontrar sentido, gracia y humanidad, incluso en mitad de los horrores más inimaginables." Tiene muy buena pinta. La verdad, me encanta que me regalen libros y música. Dice mucho de quién te lo regala porque para mí significa que sabe escucharte, y sabe de tus gustos o más o menos como eres y piensas.

El último paquete colonia.

Marisa abrió sus regalos, con una mezcla de ingenuidad infantil y expectación. Me hace gracia ver como disfruta con esos pequeños placeres que la vida nos ofrece. Y cuando por fin consigue arrancar al papel que envuelve su tesoro, pone ojitos de personita feliz, como si aquello fuera el mejor de los presentes y se abalanza a darte un abrazo. Y en ese momento algo dentro de mí se mueve y siento algo que nunca podré expresar. ¡Quién pudiera ser poeta para que de mi boca salieran los versos bellos que se merece! Sin embargo callo esperando que el abrazo hable por mí.

De mi casa al hogar de la Gran Familia a desayunar y seguir abriendo regalos. Para mí era la primera vez y todo ha sido muy especial. Mientras tomábamos chocolate con roscon y panetone los nervios de los chiquillos era evidente. Alguno hasta ha vomitado. Mirarles a los ojos y ver ese brillo te hacía desear volver a ser niño y maldices al idiota que te dijo la primera vez que los reyes son los padres. Durante un ratito, quedé callado, observándolos en su ansiedad, en querer desayunar y poder ver al fin, el regalo tan esperado de sus majestades que a más de uno no le dejo conciliar el sueño ayer noche.

Y de repente la explosión de júbilo. A la orden de ya, carrera hacia la puerta y una última espera para colocar a la improvisada fotógrafa (va por ti, Clara, je je) en sitio estratégico para no perder detalle. En un minuto todo era papel de regalo volando, gritos de exclamación, alegría, risas. Como en un abrir y cerrar de ojos ya habían abandonado la sala y trasladado a otra con los brazos cargados de cajas. Y cada uno por su lado, después en parejas y finalmente juntos se embarcaron en el sueño de tener otro mundo. Un mundo donde había delfines y niños de plastilina, donde la más pequeña críaba a su hija, donde sonaban notas de colores sacadas de pianos de animales. El planeta ideado de batallas contra dragones y castillos de plástico, de chamanes y brujos de treinta centímetros. Lugar para karatekas con kimonos golpeando a sacos de aire.

Cuando los niños nos abandonaron en nuestro mundo tan terrenal fuimos abriendo nuestros regalos, uno por uno, para que todos tuvieramos el momento de gloria que no siempre disponemos, y ver reflejado en las caras la alegría. Y todo volvió a ser como hace quince minutos porque seguía brillando la mirada. Y los mayores fuimos niños por un instante. Creo que si hubiésemos apagado la luz, no hubiese importado puesto que había más luz en esa habitación que en un cielo estrellado.

No recuerdo lo que dejaron a todos pero hubo música, costura, bolsos, botas, batas, tdt, hasta un ordenador (gracias pareja por el capote). A mí me regalaron lo último de Marea con dvd, que me encantan pues las letras son fuera de lo normal, ese poeta que antes comentaba, y un libro de Allan Poe, la noche del oráculo, autor que en estos momentos me fascina.

En un rato marchamos cada uno a otras casas a seguir recibiendo pinceladas de cariño. Marisa y yo subimos a casa a comer. Luego vendría Cristina a tomar café y repartirnos sonrisas.

Descubrí que Cris también lleva dentro una niña. Como se emocionó al ver el regalo. Sonrisa de niña buena, de esas que nunca han roto un plato. Y ese brillo tan especial que ya había visto por la mañana y no deseo dejar de ver nunca.

A mí me regaló un libro de Saramago, el viaje del elefante. Creo que no se puede decir nada de él. Impresionante.

La tarde siguió entre confidencias, charla y dolores de tripa, mi tripa. Me empezé a encontrar mal, no sé si por enfermedad o por que tenía que salir de casa para ver a los amigos de Marisa. No tenía ganas de verlos. No me caen mal pero tampoco es algo emocionante. Pero creo que esto lo contaré mañana, que hoy ya estoy muy, muy cansado aunque feliz

Resumiendo. Que ha sido un día emocionante, de sonrisas, de alegría. De volver a estar con gente a la que quiero como si fuera mi vida porque sus alegrías son mis alegrías y sus dolores mis dolores. Que ver la luz de la mirada de los niños y los no tan niños hace que la vida sea más llevadera.

Mañana será otro día